¿Por qué nos atraen las piedras preciosas?

Conoce las razones detrás de nuestra eterna atracción por las gemas, desde sus vínculos con la evolución humana hasta su significado en la cultura y la historia.
Un viaje a través del brillo y el magnetismo que rodea a las piedras preciosas.

La fascinación que tenemos los seres humanos por las piedras preciosas se remonta a las antiguas civilizaciones y su historia. Los romanos creían que los diamantes eran astillas de estrellas fugaces, mientras que los antiguos griegos los consideraban lágrimas de los dioses.

Puede haber razones evolutivas detrás de nuestra atracción por estos objetos brillantes. Una investigación publicada en el Journal of Consumer Psychology sugiere que el resplandor de las gemas nos recuerda la superficie brillante del agua. Esta atracción por lo brillante puede tener sus raíces en un instinto de supervivencia. De manera similar a los colores intensos y atractivos que nos atraen, las gemas nos evocan la idea de frutos maduros y dulces, lo que está relacionado con nuestra búsqueda instintiva de subsistencia y alimentación.

Nuestras asociaciones mentales con los colores también influyen en el valor que asignamos a ciertas gemas. Según la reconocida autora y gemóloga Antoinette Matlins, las gemas azules suelen representar los cielos y los mares, el rojo simboliza fuerza y pasión, mientras que el verde se asocia con la naturaleza, el renacimiento y la lealtad, tan confiable como la hierba que vuelve a crecer cada primavera. Además, está comprobado que contemplar el color verde libera sustancias químicas relajantes en el cerebro.

Más allá de las asociaciones instintivas, las piedras preciosas también tienen un valor simbólico que les otorgamos personalmente. La piedra de un anillo heredado de nuestra abuela o el diamante del anillo de compromiso de nuestra madre cuentan historias de generaciones anteriores y nos conectan con nuestro linaje. Algunas de las gemas más preciadas del mundo se valoran por su historia y las personas famosas que las han lucido en el pasado. Por otro lado, encargar una joya pensando en que la heredarán las futuras generaciones y contará nuestra historia le da un peso simbólico aún mayor. El hecho de que las gemas existieran antes de nosotros y seguirán existiendo mucho después de nuestra vida es fascinante.

Para los científicos, el valor de las piedras preciosas radica en los valiosos conocimientos que pueden ofrecer sobre las placas tectónicas y la geografía de las montañas, océanos y entornos del pasado.

El valor de las gemas reside en su atemporalidad. Han perdurado a lo largo de milenios y se consideran inversiones confiables, ya que suelen mantener e incluso aumentar su valor con el tiempo debido a su escasez.

Si reflexionamos sobre esto, entre todas las formas de adornarse, ninguna creada por la naturaleza posee una belleza tan perdurable como una gema. Una flor, tan pronto como la cortamos, empieza a marchitarse, y una puesta de sol es efímera, hermosa pero inalcanzable. Hay algo especial y eterno en la formación de minerales creados por la naturaleza y la posibilidad de portar la belleza perpetua del mundo natural.

Como una vez afirmó el arqueólogo británico Archibald Campbell, "la primera necesidad espiritual del hombre prehistórico es la decoración". Sin embargo, las piedras preciosas pueden ser mucho más que simples adornos. Nuestra elección de llevar una piedra o una joya está relacionada con proyectar su significado, estética y valor en nosotros, fortaleciendo nuestra identidad y la forma en que nos comunicamos con el mundo. La simbiosis entre las gemas y los seres humanos es tan estrecha que su valor es incalculable. Nos permiten llevar una obra de arte de la naturaleza que es eterna, y al mismo tiempo, nos nutren y complementan, permitiéndonos caminar por el mundo haciendo una declaración de nuestra esencia.